De la luma a la pluma

Si bien no es sencillo imaginarse las letras junto a los uniformes. Luis Rivano ex carabinero, un amante de la literatura y la dramaturgia se une a esta particularidad. Él mismo comenta la rareza de su caso en el prólogo de una de sus novelas, “No me van a decir que no es extraño el hecho de que un carabinero, raso todavía, se mande al pecho, siendo analfabeto, una novela casi bien escrita”Hoy, él y parte de su familia atienden en la mina de oro que sustenta el hogar, su librería, ubicada en San Diego #111.
Un anciano de 75 años de ojos azules, cabello medio canoso, con cinco hijos ya mayores, separado y muy feliz es Luis Rivano que desde pequeño le gustó leer. Sin embargo, nunca pensó que podía llegar a escribir. Nació en 1933 en la región de Cauquenes y sus estudios llegaron sólo hasta primero medio. A sus 18 años viajó a Santiago para hacer el servicio militar y fue así que después fue carabinero durante once años. Sólo once años porque lo expulsaron, debido al nacimiento de su primera novela llamada “Esto no es el paraíso”, en donde relata la vida de los policías detrás de su uniforme. “Los hombres que realmente son, con todos sus defectos y vulgaridades”, afirma con el dedo índice apuntando. Una visión realista y sin atenuantes, un libro no muy extenso pero sin pelos entre páginas. Su camino como escritor se inició un día con una subasta que organizó un cuartel de policía en la que Rivano compró una máquina de escribir. Muy seguro y entusiasmado la instaló en su casa, la miró, se sentó frente a ella y abrió el rumbo de la literatura en su vida sin pensar. Desde este instante se propuso ser escritor. “Aún recuerdo ese día y lo que pensé”, dice con la mirada perdida en su librería remontada de libros como hurgando en su memoria. Fue este día en que Luis Rivano se encontró con Rivano el escritor. No mucho tiempo después le dijo a un compañero bromeando que estaba escribiendo una novela sobre un suboficial, luego su compañero y algunos más se le acercaban para preguntarle cómo iba la novela, “fue así que metí en el rollo” dice sonriendo.
Ya acabado el libro sus amigos le recomendaron que enviara “Esto no es un paraíso” a un concurso, postuló y obtuvo el tercer lugar. El primer lugar lo obtuvo Lafurcade con “Novela de navidad”. El premio de Don Luis consistía en que la editorial Zig-Zag publicara el libro, lo que le pareció estupendo. Sin embargo, el entusiasmo le duró hasta que le pidieron que le cambiara el título de la obra y alguno que otro detalle porque podría causar problemas en la Dirección General de Carabineros. Rivano se negó a las exigencias por lo que le devolvieron el libro, éste quedándose sin editorial ni oficio como carabinero. Se sintió volando en el aire buscando alguna solución al caos que le había ocurrido, fue así que sin pensar agarró sus libros y una colección personal para abrir una librería. Llamó a un amigo que podía arrendarle un local en San Diego pagándole a largo plazo. Fue así que armó una pequeña librería. En ningún momento se llegó a arrepentir, al contrario su afán por ser escritor estaba más latente aún.
Lanzó su propia editorial apoyado por su familia y algo de dinero que tenía ahorrado. “Nadie edita a nadie a menos que éste sea un vendido. O lo editan y publican sólo si el autor sirve para el sistema que ellos defienden”, dice muy seguro y con dejo de tono crítico acomodándose en su silla detrás del mostrador. Es así, que sin duda se transformó en el rey de los libros usados, debido a que hoy posee cuatro librerías en San Diego. Tres de ellas están cerradas y les sirve como bodega de libros, sólo una está abierta de lunes a sábado desde las 9 de la mañana hasta las ocho de la tarde. En la cual atienden su ex mujer Ana Luisa Mutreta de 75 años y su hija Ana María Rivano de 52.
Luis tiene cinco hijos; Graciela de 48 años, Octavio de 49, Marcela de 51, Ana María de 52 y Marcos de 53. Los que trabajan con él es Octavio por necesidad, Graciela porque hace muy poco se separó y Ana María porque es su brazo derecho.
Ana María tiene dos hijos y se casó a los 17 años, no terminó la escuela y trabaja con su padre desde los diez. Es una mujer que representa no más de 30 años y siente una gran admiración por su padre. En la librería ejerce el rol de la contabilidad. “Soy el aterrizaje de mi vejo, sin mí y mi mamá, estaría el despelote”, dice mientras arregla unos libros.
No le encuentra nada malo a su padre, siempre busca una justificación para todos los errores de él. A pesar de que fue siempre un mujeriego y muy bohemio lo quiso. Siempre en la casa no había de nada. Su padre prefirió la aventura, en vez de comprar comida para la casa, se gastaba el dinero en libros o algo que satisficieran el afán que tenía por la literatura. Siempre recuerda el día en que lo expulsaron de carabinero. Llegó a la casa temprano, como nunca, casi todos los días llegaba tarde porque quizás andaba con una mujer o se iba a tomar con sus compañeros, la saludó y le pidió la frazada de castilla, una manta para el frío del uniforme policial, se la entregó y le preguntó que qué pasaba y él con voz serena responde quédese tranquila. La frazada la estiró en el piso y comenzó a sacarse allí mismo el uniforme. Ana María, lo miraba con ojos de pregunta y en ese instante su padre la mira, le sonríe y le dice, “Desde hoy mijita no pasamos más hambre”, Ana María mientras dice esta frase se ríe afirmando que después de aquel episodio pasaron más hambre que nunca. Pero, con el paso de los años lo ha entendido perfectamente. “Que lata saber que mi papá nunca hubiera cumplido su sueño, para qué tenerlo paco y más encima frustrado”, cuenta mirando a su madre que está sentada al frente de ella bebiendo Coca-Cola.
Ana Luisa Mutreta Valencia, ex mujer de Rivano, una señora de cabello canoso pero muy bien arreglado, de piel blanca como la nieve, robusta y vestida muy decente. Trabaja junto a él a pesar de su separación hace casi 25 años. Los dos aseguran tenerse mucho cariño. Es una relación muy particular. El dramaturgo convive con su pareja hace 12 años llamada Norma. Nunca han pasado una navidad separados, para los dos la familia es lo primero y lo más sagrado.
Doña Luisa cuenta que se casó muy enamorada del padre de sus cinco hijos. Sin embargo, él era un hombre muy apuesto, las mujeres siempre andaban a la siga suya y además era y es muy mujeriego. “Yo desde un principio asumí que no sería la única, él fue siempre un amante de las mujeres y la aventura, pero lo amaba y sería la única esposa, quizás la más importante”, dice muy relajada. Ana luisa siempre supo que llegaría el día de la separación. En cuanto se independizaran todos sus hijos se iría de la casa, y así fue. En el momento en que se casó el menor a los 19 años, Don Luis asistió a la boda y después de la misa no se apareció por una semana, fue en ese momento cuando Doña Luisa supo que había llegado el día.
Es así que terminó su relación amorosa, pero no se divorciarán nunca. Él le asegura que es la mujer de su vida y la única madre de sus hijos, pero no puede estar con ella debido a su debilidad. A doña Ana Luisa tampoco le interesa vivir nuevamente con él, nunca sintió la separación porque tampoco nunca estuvo en la casa, siempre estaba afuera y llegaba a altas horas de la noche. Es la única en la cual el escritor ha depositado la confianza, todas las propiedades y bienes están al nombre de ella.
El otro mundo de “paco” Rivano el escritor
Luis Rivano lleva en la sangre San Diego, es de la plaza almagro de calabozos y comisarías. Un bohemio, pasaba todo el tiempo libre en San Diego. En el transcurso del día se paseaba por las librerías y al llegar la noche visitaba los bares del sector con amigos. Regularmente iba al Bar de Juanito donde bailaba y se lo tomaba todo. Es exactamente de este mundo donde le fascina relatar sus historias y sacar sus personajes. De la clase media ni escribir, son aburridos y falsos para él.
Le apasiona sacar sus historias de la clase media, del bajo mundo o del Hampa, no sólo porque lo conoce, sino porque le gusta la visión de mundo de esta gente. Estos, según él, tienen mucho más que contar. Tienen otro sentido de vida. El lenguaje del escritor y dramaturgo es realista, tal cual como suenan las cosas, sin pelos en la lengua.
Alberto Fuguet, escritor, crítico de arte y periodista, describió a Luis Rivano junto a Armando Méndez Carrasco, alias Juan Férula y Alfredo Gómez Morel, ex-presidiario, como héroes de la ficción en papel roneo nacional, ese papel bien rasca, áspero y café, que se usa para hacer copias a máquina. De esta forma, alude al coraje de los autores proletas que autoeditaban sus propias obras, historias llenas de sexo, violencia, droga, machismo, cuchillos y honor que luego vendían, como literatura barata, de consumo, en cafés y bares, porque estas novelas mal armadas y amarillentas, sólo pueden encontrarse en tiendas de libros usados.
Luis Rivano se declara ya un viejo, pero eso no quita que pueda seguir siendo igual de aventurero, amador de la escritura y la dramaturgia. Su cuerpo puede envejecer. Sin embargo, su mente nunca lo hará.
Un anciano de 75 años de ojos azules, cabello medio canoso, con cinco hijos ya mayores, separado y muy feliz es Luis Rivano que desde pequeño le gustó leer. Sin embargo, nunca pensó que podía llegar a escribir. Nació en 1933 en la región de Cauquenes y sus estudios llegaron sólo hasta primero medio. A sus 18 años viajó a Santiago para hacer el servicio militar y fue así que después fue carabinero durante once años. Sólo once años porque lo expulsaron, debido al nacimiento de su primera novela llamada “Esto no es el paraíso”, en donde relata la vida de los policías detrás de su uniforme. “Los hombres que realmente son, con todos sus defectos y vulgaridades”, afirma con el dedo índice apuntando. Una visión realista y sin atenuantes, un libro no muy extenso pero sin pelos entre páginas. Su camino como escritor se inició un día con una subasta que organizó un cuartel de policía en la que Rivano compró una máquina de escribir. Muy seguro y entusiasmado la instaló en su casa, la miró, se sentó frente a ella y abrió el rumbo de la literatura en su vida sin pensar. Desde este instante se propuso ser escritor. “Aún recuerdo ese día y lo que pensé”, dice con la mirada perdida en su librería remontada de libros como hurgando en su memoria. Fue este día en que Luis Rivano se encontró con Rivano el escritor. No mucho tiempo después le dijo a un compañero bromeando que estaba escribiendo una novela sobre un suboficial, luego su compañero y algunos más se le acercaban para preguntarle cómo iba la novela, “fue así que metí en el rollo” dice sonriendo.
Ya acabado el libro sus amigos le recomendaron que enviara “Esto no es un paraíso” a un concurso, postuló y obtuvo el tercer lugar. El primer lugar lo obtuvo Lafurcade con “Novela de navidad”. El premio de Don Luis consistía en que la editorial Zig-Zag publicara el libro, lo que le pareció estupendo. Sin embargo, el entusiasmo le duró hasta que le pidieron que le cambiara el título de la obra y alguno que otro detalle porque podría causar problemas en la Dirección General de Carabineros. Rivano se negó a las exigencias por lo que le devolvieron el libro, éste quedándose sin editorial ni oficio como carabinero. Se sintió volando en el aire buscando alguna solución al caos que le había ocurrido, fue así que sin pensar agarró sus libros y una colección personal para abrir una librería. Llamó a un amigo que podía arrendarle un local en San Diego pagándole a largo plazo. Fue así que armó una pequeña librería. En ningún momento se llegó a arrepentir, al contrario su afán por ser escritor estaba más latente aún.
Lanzó su propia editorial apoyado por su familia y algo de dinero que tenía ahorrado. “Nadie edita a nadie a menos que éste sea un vendido. O lo editan y publican sólo si el autor sirve para el sistema que ellos defienden”, dice muy seguro y con dejo de tono crítico acomodándose en su silla detrás del mostrador. Es así, que sin duda se transformó en el rey de los libros usados, debido a que hoy posee cuatro librerías en San Diego. Tres de ellas están cerradas y les sirve como bodega de libros, sólo una está abierta de lunes a sábado desde las 9 de la mañana hasta las ocho de la tarde. En la cual atienden su ex mujer Ana Luisa Mutreta de 75 años y su hija Ana María Rivano de 52.
Luis tiene cinco hijos; Graciela de 48 años, Octavio de 49, Marcela de 51, Ana María de 52 y Marcos de 53. Los que trabajan con él es Octavio por necesidad, Graciela porque hace muy poco se separó y Ana María porque es su brazo derecho.
Ana María tiene dos hijos y se casó a los 17 años, no terminó la escuela y trabaja con su padre desde los diez. Es una mujer que representa no más de 30 años y siente una gran admiración por su padre. En la librería ejerce el rol de la contabilidad. “Soy el aterrizaje de mi vejo, sin mí y mi mamá, estaría el despelote”, dice mientras arregla unos libros.
No le encuentra nada malo a su padre, siempre busca una justificación para todos los errores de él. A pesar de que fue siempre un mujeriego y muy bohemio lo quiso. Siempre en la casa no había de nada. Su padre prefirió la aventura, en vez de comprar comida para la casa, se gastaba el dinero en libros o algo que satisficieran el afán que tenía por la literatura. Siempre recuerda el día en que lo expulsaron de carabinero. Llegó a la casa temprano, como nunca, casi todos los días llegaba tarde porque quizás andaba con una mujer o se iba a tomar con sus compañeros, la saludó y le pidió la frazada de castilla, una manta para el frío del uniforme policial, se la entregó y le preguntó que qué pasaba y él con voz serena responde quédese tranquila. La frazada la estiró en el piso y comenzó a sacarse allí mismo el uniforme. Ana María, lo miraba con ojos de pregunta y en ese instante su padre la mira, le sonríe y le dice, “Desde hoy mijita no pasamos más hambre”, Ana María mientras dice esta frase se ríe afirmando que después de aquel episodio pasaron más hambre que nunca. Pero, con el paso de los años lo ha entendido perfectamente. “Que lata saber que mi papá nunca hubiera cumplido su sueño, para qué tenerlo paco y más encima frustrado”, cuenta mirando a su madre que está sentada al frente de ella bebiendo Coca-Cola.
Ana Luisa Mutreta Valencia, ex mujer de Rivano, una señora de cabello canoso pero muy bien arreglado, de piel blanca como la nieve, robusta y vestida muy decente. Trabaja junto a él a pesar de su separación hace casi 25 años. Los dos aseguran tenerse mucho cariño. Es una relación muy particular. El dramaturgo convive con su pareja hace 12 años llamada Norma. Nunca han pasado una navidad separados, para los dos la familia es lo primero y lo más sagrado.
Doña Luisa cuenta que se casó muy enamorada del padre de sus cinco hijos. Sin embargo, él era un hombre muy apuesto, las mujeres siempre andaban a la siga suya y además era y es muy mujeriego. “Yo desde un principio asumí que no sería la única, él fue siempre un amante de las mujeres y la aventura, pero lo amaba y sería la única esposa, quizás la más importante”, dice muy relajada. Ana luisa siempre supo que llegaría el día de la separación. En cuanto se independizaran todos sus hijos se iría de la casa, y así fue. En el momento en que se casó el menor a los 19 años, Don Luis asistió a la boda y después de la misa no se apareció por una semana, fue en ese momento cuando Doña Luisa supo que había llegado el día.
Es así que terminó su relación amorosa, pero no se divorciarán nunca. Él le asegura que es la mujer de su vida y la única madre de sus hijos, pero no puede estar con ella debido a su debilidad. A doña Ana Luisa tampoco le interesa vivir nuevamente con él, nunca sintió la separación porque tampoco nunca estuvo en la casa, siempre estaba afuera y llegaba a altas horas de la noche. Es la única en la cual el escritor ha depositado la confianza, todas las propiedades y bienes están al nombre de ella.
El otro mundo de “paco” Rivano el escritor
Luis Rivano lleva en la sangre San Diego, es de la plaza almagro de calabozos y comisarías. Un bohemio, pasaba todo el tiempo libre en San Diego. En el transcurso del día se paseaba por las librerías y al llegar la noche visitaba los bares del sector con amigos. Regularmente iba al Bar de Juanito donde bailaba y se lo tomaba todo. Es exactamente de este mundo donde le fascina relatar sus historias y sacar sus personajes. De la clase media ni escribir, son aburridos y falsos para él.
Le apasiona sacar sus historias de la clase media, del bajo mundo o del Hampa, no sólo porque lo conoce, sino porque le gusta la visión de mundo de esta gente. Estos, según él, tienen mucho más que contar. Tienen otro sentido de vida. El lenguaje del escritor y dramaturgo es realista, tal cual como suenan las cosas, sin pelos en la lengua.
Alberto Fuguet, escritor, crítico de arte y periodista, describió a Luis Rivano junto a Armando Méndez Carrasco, alias Juan Férula y Alfredo Gómez Morel, ex-presidiario, como héroes de la ficción en papel roneo nacional, ese papel bien rasca, áspero y café, que se usa para hacer copias a máquina. De esta forma, alude al coraje de los autores proletas que autoeditaban sus propias obras, historias llenas de sexo, violencia, droga, machismo, cuchillos y honor que luego vendían, como literatura barata, de consumo, en cafés y bares, porque estas novelas mal armadas y amarillentas, sólo pueden encontrarse en tiendas de libros usados.
Luis Rivano se declara ya un viejo, pero eso no quita que pueda seguir siendo igual de aventurero, amador de la escritura y la dramaturgia. Su cuerpo puede envejecer. Sin embargo, su mente nunca lo hará.